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jueves, 12 de septiembre de 2019

Una revolución contada para escépticos.



Hay acontecimientos en la Historia que marcan el rumbo de la humanidad, nada vuelve a ser lo mismo a partir de ese punto de inflexión. Uno de esos grandes momentos fue la Revolución Rusa. Es muy importante conocerla para darse cuenta de las consecuencias que tuvo después, y nadie mejor que el jienense Juan Eslava Galán para contárnoslo con esa amenidad y gracia que desprende en cada libro. Eslava ya nos contó en su serie para escépticos la Primera y Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española o la Historia del Mundo; son la mejor opción para todo aquel que quiera adentrarse en la Historia pero le den pavor los anchos tomos de Historia oficial. Plagados de anécdotas y misteriosas curiosidades, siempre le busca parte divertida a los hechos más truculentos del pasado.


La historia se presenta a principios del siglo XX con el zar de Rusia Nicolás II (1868-1917), un tipo apocado y tímido que no estaba a las circunstancias del gran tsunami que se le venía encima. Gobernaba el imperio más extenso de aquella época y en el que más marcadas estaban las diferencias de clase: por un lado existía una nobleza extremadamente rica que disponía de todo tipo de comodidades, tal y como nos cuenta el diplomático español Juan Valera, que convivió y presenció el lujo asiático de aquella aristocracia. Por debajo subsistían las clases bajas en su mayoría campesinas en las más pronunciada pobreza, tened en cuenta que hacía poco más de 40 años que se hubo abolido la esclavitud y los grandes terratenientes aún trataban a sus súbditos de la peor manera. Como curiosidad sabed que en el pasado cuando los grandes terratenientes compraban fincas (algunas del tamaño de toda la provincia de Barcelona) los campesinos se vendían con ellas, como si fueran animales. Se les llamaba “almas” y los nobles fardaban de cuantas llegaban a acumular. La Rusia zarista de aquella época era una monarquía absoluta muy retrógrada para los tiempos que venían donde los más pobres veían que no tenían ninguna posibilidad de prosperar. Necesitaba reformas tarde o temprano o todo se vendría abajo.


En este ambiente se fueron formando los movimientos obreros en el país eslavo, primero anarquistas y más tarde otros siguieron las tesis socialistas de Karl Marx. Los más moderados eran los llamados Mencheviques, partidarios de una democracia con tintes socialistas, y los Bolcheviques mucho más radicales promovían claramente implantar la dictadura del proletariado a través de su partido. Estos últimos estaban liderados por el Vladimir Ilich Lenin, un truhán que utilizaba todas las artimañas a su alcance para llevar a su partido al poder.


Justo después de que el zar hubiese apartado a reformadores como Stolypin y perdido humillantemente una guerra contra Japón, todos los contratiempos se sucedían en Rusia: las revueltas populares pidiendo mejoras en las condiciones de vida cada vez eran más frecuentes, en el campo se disparaban los casos de campesinos que se rebelaban contra sus terratenientes, se juntaron malas cosechas y, por si fuera poco, se vieron envueltos en una guerra mundial por auxiliar a su aliada Serbia. La situación era realmente grave. No le quedó otra al zar que acabar abdicando  y darle poderes a la Duma, el parlamento ruso. Por fin parecía que los rusos habían conseguido zafarse del absolutismo e iban a entrar de lleno en el sistema democrático. El gobierno provisional presidido por Kerensky convocó elecciones libres (Noviembre, 1917) donde arrasaron lo socialistas revolucionarios (380 diputados) dejando muy atrás a los bolcheviques (168 diputados) y los mencheviques (18 diputados). Lenin, que justo llegó a Rusia haciendo un pacto con Alemania (pacto Brest Litovsk) en el que daba enormes extensiones de terreno a cambio de apoyo financiero y logístico y salir de la guerra, no quedó conforme con el resultado. Entonces dio un golpe de estado contra Kerenski para arrebatarle el poder(Toma del palacio de invierno). Así se desató la Guerra Civil Rusa (1917-1922), un conflicto entre rojos (bolcheviques) y blancos (zaristas, liberales y todo aquel que se oponía al golpe de estado). Sorprendentemente y a pesar de que el bando blanco contaba con el apoyo de gran parte de países en Occidente, los bolcheviques se hicieron con la victoria. Si os interesa el tema os recomiendo encarecidamente que leáis el libro, os aseguro que se os hará muy ameno. Tened en mente que de la consiguiente victoria del comunismo en Rusia las ideas socialistas se propagaron por toda Europa y en contraposición a estas surgieron los fascismos, dando lugar al gran pifostio que todos conocéis. 

El libro está plagado de anécdotas curiosas. La pareja de baile flamenco de Burgos que iba actuando por los cabarets en plena guerra civil y se vio viviendo en los primeros años del régimen soviético. Nos lo contó Manuel Chaves Nogales cuando más tarde lo entrevistó en París, más adelante os hablaré de ese libro. El asesinato a sangre fría de la familia real Romanov en Ekaterimburgo. El superdotado monje Rasputín que embelesó a todas las damas de la corte y al final fue asesinado por sus maridos. La periodista española que se fue hasta el despacho de Trotski para entrevistarle en plena guerra. O los huevos de Fabergé diseñados por el joyera homónimo para los zares; actualmente solo hay localizados sesenta y uno de los setenta y uno que se fundieron en un origen, sería una buena aventura investigar sobre su paradero.


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